miércoles, 7 de abril de 2010

Crónicas de esta ciudad: Balada del jóven con alas.



En esta ciudad se aparece una noche cada cinco años un joven con alas. Va y se mete a los bares, se sienta junto a la barra y pide siempre wiskey. Va buscando a una mujer para robarle su alma y poder volar de nuevo…él no la conoce, sólo sabe que ella tiene un tatuaje por debajo de la piel, que no es visible para los mortales de este mundo. Así que esa noche, camina de bar en bar, los recorre enteros; mirándoles los brazos, las piernas y los cuellos a las mujeres, sin correr suerte alguna. Las chicas de la ciudad ya lo van conociendo, y no les gusta, por mirón; le llaman el jorobado fisgón.

De la misma forma, la poeta Aranxa Abadie sueña cada cinco años que le hace el amor a un hombre alado (un hombre alado, mas no un ángel). Y durante los cinco años completos, no para de buscar a ese ser que le ha causado más placer que todos sus amantes en toda la vida. Ha ido a consultar a brujos, esotéricos, investigadores de lo oculto, chamanes, hasta sacerdotes. Pero nadie sabe explicarle dónde puede encontrar a ese ser. Uno de esos años, se dedicó a comer hongos alucinógenos y a probar toda clase de drogas, para ver si en ese estado podía tener más claro el camino para su encuentro, pero nada pasó. Cada vez que piensa en él siente una intensa comezón en el tobillo izquierdo, y se rasca mucho y sangra, hasta el grado de tener que vendárselo.

Después de buscar el tatuaje interior en las damas y no encontrarlo, el joven con alas llora. Pero como no es de este mundo, no suelta lágrimas por los ojos, sino que desvanece plumas por las calles, que quedan como manchones blancos sobre las acercas…aquellas manchas que mucha gente confunde con caca de paloma. Así, las calles de esta ciudad se ven más blancas cada cinco años, y por la mañana se percibe un fuerte olor a wiskey con sal.

A Aranxa le ha dado por emborracharse de tanta frustración. Así que frecuenta los bares de la ciudad buscando consuelo en las tentaciones de la noche y en los brazos de algún desconocido. Ha dejado de escribir poesía erótica y ahora sólo escribe de política; y se pasa horas sentada en la plaza mirando el piso tapizado de blanco. Ahora que han pasado tantos años, piensa hacer el último intento por encontrarlo, ha comprado un boleto a tierras Celtas para ver si algún hada puede decirle dónde está. Después de ir a tomarse el último wiskey en el bar de siempre, emprenderá su viaje. Ha decidido quitarse la venda del tobillo, finalmente ya se ha acostumbrado a la comezón y la pierna no sangra tanto. Ha elegido el vestido negro aunque haga frío, y ponerse en la barra del bar y brindar con el primer desconocido para que le desee suerte en su búsqueda.

Hace exactamente cinco años desde la última visita del joven alado a esta ciudad. Esta noche pues, ha de llegar, cansado más que nunca de no poder volar aun.
Antes de salir de su mundo por alguna razón, ha limpiado sus alas, las ha cepillado; se ha limpiado la cara y se ha rasurado. Parece querer cambiar de actitud. Así que ha dejado la gabardina de lado, y ha venido con las alas sueltas.

Aranxa Abadie ya está en el bar, es temprano, no hay nadie junto a ella en la barra todavía. Sin embargo, se oye el murmullo de la gente alrededor. Está a punto de pedir otro trago y marcharse.

El joven alado ha entrado al quinto bar de la noche, seguido de una serie de reporteros, camarógrafos y curiosos que le ven las alas, gritan y se las quieren tocar. Él tranquilo sin mostrarles atención, se dirige a la barra. Sólo hay una mujer ahí.

Aranxa siente una intensa picazón en el tobillo. Se inclina hasta alcanzar su comezón con las dos manos. Mira su herida y unos zapatos negros se acomodan a su lado. Está a punto de dirigir su mirada arriba.
Cuando de repente, una pluma blanca cae al piso.

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