sábado, 26 de septiembre de 2009

Encuentros casuales 1: El elevador, el chat, el flamenco y el cuento



Borges dijo "Todo encuentro casual es una cita" y yo creo en ello a fuerza de comprobación.

¿Qué nos pone en un lugar preciso en un momento determinado?¿qué clase de fuerzas y energías reúnen a dos personas en el mismo segundo?¿cómo es posible que entre tantos millones de personas surja un reencuentro con alguien del pasado?


Me han pasado dos sorprendentes encuentros con personajes importantes de mi mundo amoroso, una historia de encuentros fortuitos con el hombre que probablemente he deseado más en la vida, y un encuentro tal vez conmigo misma en un cuaderno que vino de España. Ahora explico cada uno de estos:

(Adevertencia: el contenido de estas historias es meloso y cursi, es responsabilidad del lector el efecto que éstas causen en él)

1.- Era el año de 1999, yo estaba de visita en el DF para un congreso nacional de ciudades, trabajaba en una dependencia de gobierno y mis compañeros y yo participábamos como expositores, así que teníamos nuestros respectivos gafetes colgados al cuello para que nos identificaran. El día de la exposición, mis compañeros y yo subimos al elevador del hotel después de desayunar, yo iba aún algo dormida, cuando de repente una voz me despertó... me llamaban por mi nombre, así que volteé a ver quien me llamaba. Vi a un hombre un poco mayor que yo, cuya cara me sonaba bastante conocida. Señaló mi gafete y me dijo: sí, eres tú, dudaba que lo fueras pero ahi está tu nombre. Yo lo miré extrañada porque todavía no sabía quien era... hasta que él sonrió.

En una ciudad de más de 20 millones de personas, ¡me fui a encontrar en un elevador a mi primer amor! al chico a quien le hice decenas de poemas y canciones cursis en la prepa, allá en la Comarca Lagunera.


2.- Chat de internet, un canal bastante comercial de España, yo estaba en México y me gustaba conectarme a ese canal porque siempre me han atraído los españoles, así que estaba navegando por ahí buscando encontrarme con alguien interesante. Apareció un tipo llamado La Sombra. Desde el nombre me llamó la atención, sin embargo él fue quien me habló a mí. Yo obviamente no navegaba con mi nombre, tenía otro similar al que uso aqui. Empezamos a charlar y nos fuimos dando cuenta que teníamos muchas cosas en común. Incluso coqueteamos un rato, y poco a poco fueron surgiendo elementos de nuestra personalidad y detalles que daban más datos sobre nuestras vidas. Hasta que supimos que los dos vivíamos en la misma ciudad (en este país por supuesto). Nos entró la curiosidad y seguimos hablando, a cada palabra me parecía más conocido ese supuesto extraño, poco a poco los españoles fueron saliendo del chat, hasta que solo quedamos él y yo. De repente dijo una frase que solo la he escuchado del hombre que me ha engañado de la manera más neurótica "Siempre hay que hacer como si uno ya supiera qué va a pasar". Era él. Despues de 5 años de haber terminado, ¡me encontré con mi ex novio más maniático por internet!, en esa red por la que navegan cientos de millones de personas.


3.- Despues, mucho tiempo despues, me fui a vivir a Barcelona y un domingo de esos bastante ociosos, mi compañera de piso me sugirió ir a ver una obra de teatro en un barrio bastante alejado de donde vivíamos. El trayecto valió la pena, se trataba de una puesta en escena que combinaba los títeres con los actores de carne y hueso, y además versaba sobre el Flamenco. Había diálogos ingeniosos, cante y baile... pero lo mejor de todo: el protagonista y el manejador del títere principal era un bailarín de flamenco de ensueño, un hombre dueño de un cuerpo y un talento ("duende" como dicen los españoles) que yo nunca antes me había topado. Lo miré toda la función como hipnotizada. Al final de la obra los actores invitaron al público a subir al escenario, y ahí me puse a charlar con él. Resultó que él no sólo bailaba y manejaba los títeres de manera magistral, sino que tambien era quien armaba los títeres, quien había escrito la obra y, además era el director (después me enteré que él venía de una familia muy importante de artistas catalanes, su padre había escrito muchos libros y había sido promotor de la cultura de esa ciudad). Me miró profundamente mientras platicábamos, me preguntó mi nombre y algunas cosas más. Después nos despedimos, yo salí del teatro caminando como entre nubes y me miraba parado en la puerta del local.


Pasaron muchos meses, casi un año, y yo iba caminando hacia la estación de trenes que estaba cerca de mi casa en Barcelona, iba escuchando música y como de costumbre, iba distraida. Esperaba a que el semáforo cambiara a verde para cruzar caminando la calle, una silueta en bicicleta se puso al lado mío. Escuché mi nombre. Giré la cabeza y lo ví. Mis piernas se doblaron como si una polio sorpresiva me atacara, y empecé a tartamudear. Hablamos un rato y me pidió mi teléfono. No me llamó.


Pasó más de un año, yo trabajaba en un pueblo que quedaba más o menos a una hora de Barcelona y tenía que irme y regresar diariamente en tren. Así que aprovechaba para leer algun libro en el camino y mientras esperaba en el anden. Estaba muy concentrada sentada en una banca del anden, leyendo un texto que me tenía abstraída totalmente, cuando ví que mi libro se ensombrecía porque alguien estaba parado frente a mí. Levanté la cabeza. Era él. Nos subimos al tren y nos sentamos juntos, en el camino charlamos precisamente sobre la casualidad de habernos encontrado dos veces. Volvió a decir que me llamaría... no lo hizo.


Despues de unos dos meses, volví a encontrarme con él, en el centro de esa ciudad de más de millón y medio de habitantes. De ese encuentro casual ya surgieron encuentros planeados, que me dejaron el aprendizaje de algunos pasos de flamenco, uno de los momentos más eróiticos que he vivido, algo de valor y dignidad puestos a prueba, decepción y algunos dolores de cabeza... y por supuesto esta historia.


...He mentido... entre el segundo y este último encuentro casual que he descrito, hubo otro del que salí huyendo antes de que él me viera. De ahí surgió una pequeña nota, que me escribí a mí misma entre la desesperación y la amenaza de perder la magia despues de tanta casualidad:


"La tercera vez que nos encontramos por casualidad... pero ya no tuve ganas de mirar esos ojos azules, ni tuve ganas de entretenerme con tu conversación, ni tuve esos nervios que siempre me atacaban al estar cerca de ti, me fui.
Tuve miedo... miedo de que estos encuentros se transformen en banales, que dejen de ser casuales y se conviertan en comunes, que esta magia deje de ser destino y se convierta en la mayor explicación de que este mundo es un pequeño pañuelo donde finalmente todo el mundo se topa con todo el mundo."


Despues de regresar a México, ya con un año aqui, me encontré un libro de cuentos hispanoamericanos en la casa de mis padres. Como siempre hacía, me llevé ese libro a mi casa, tenía textos de algunos autores que no conocía pero parecía estar muy bueno. El último cuento era de un señor de apellido Carandell, era un cuento escrito en los años 70. Me fijé otra vez en el nombre de autor, luego leí su pequeño curriculum... me temblaron las manos al darme cuenta de que el cuento que acababa de leer, era del padre de él, que había muerto el año en el que yo lo conocí... el cuento se titulaba "Regalo inesperado".

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