domingo, 7 de febrero de 2010

La tristeza sola




Barcelona 2004

Yo estaba triste, mi imagen era la de una mujer nostálgica, con los ojos abiertos y fijos en un lugar recóndito de la mente, lejano, gris...

Sin embargo esa tristeza me la estaba saboreando sola, estaba ahí en ese bar, con un café frente a mí, un cigarro en la boca y mis pensamientos dando vueltas como una montaña rusa. Con unas ganas de llorar que iban y venían como el sonido de las campanas.

Entonces la vi.
Una chica de abrigo negro largo, con las manos cruzadas frente a ella, los pies juntos, la mirada en cualquier sitio y una expresión en su cara que de repente me hizo olvidar mi malestar.

Ella era la tristeza personificada, tristeza y frustración, impotencia, angustia y llanto contenido, todo en una cara, todo entre la frente y la nariz. Las cejas arqueadas ligeramente hacia abajo y sus ojos clavados ahora en la mesa, que sin embargo, ella seguramente no estaba mirando.

La diferencia entre ella y yo es que ella no estaba sola, de hecho su acompañante era muy probablemente el causante de su lluvia emocional. Un hombre unos 10 años mayor que ella escribía (así como yo lo estaba haciendo mientras los miraba), escribía sin parar en un cuaderno de pasta dura (de esos que parecen de cosas importantes). Y al parecer, ella tenía que esperar a que él acabara de escribir para poder expresar alguna muestra de su dolor...esperó, así sentada, en la misma posición sumisa... esperó, así mirando la mesa que no le decía nada...esperó, incluso me miró a mí que estaba en la mesa de enfrente y que al igual que él, escribía sin parar...esperó y ya no pudo más... le dijo: Albert... y sólo bastó eso para que él en tres palabras que no escuché, la hiciera callar y regresar a su postura y silencio inicial.

Él seguía escribiendo, ella ahora miraba el cuaderno de su acompañante de la misma forma en que miraba la mesa...con esos ojos que sumaban su tristeza y la mía...era como si esos ojos fijos hubieran absorbido mis ganas de llorar, mi tarde gris, y se las hubieran tragado enteras, para poder estar más triste y ver si así él reaccionaba.

Nada...él con su estúpido cuadernito...y sólo paró de escribir mientras endulzaba su café.
¡Qué ganas de darle este escrito a ella! ¡Qué ganas de tirarle el café en el cuaderno a él! Qué ganas de decirle a ella que la tristeza se pasa mejor... a solas.

(Texto transcrito literalmente del que escribí en el año 2004 en un café del Borne en Barcelona).

2 comentarios:

  1. Tenía como estreñimiento mental, pero ya ha salido algo, espero que te guste.
    Un abrazo!

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