Nuestras ciudades están creciendo con vida propia, responden a fenómenos que aún no acabamos de entender. Las ciudades no son unicamente sus casas y edificios, o sus calles y plazas. Son individuos, son grupos sociales, son pensamientos y son historias.
¿Cómo entonces pensar que a las personas, los grupos sociales, los pensamientos y las historias puede aplicárseles una normativa?
Me contestarán tal vez que precisamente la Ley es eso: señalar un modelo de comportamiento para la buena convivencia y el bien común.... Pero ¿se entiende eso del bien común?
Y además, ¿qué hacemos con las historias?, qué hacemos con las imaginaciones mientras caminamos por las calles, qué hacemos si se nos ocurre alguna forma no aplicada aún de vivir la ciudad o de transformarla... casi siempre la respuesta es: No se puede.
Casi siempre la respuesta es que estas preguntas que planteo, orillan a un desorden, a que cada quien piense, haga, se comporte, pasee y viva la ciudad como quiera... ¿y no es eso lo que pasa actualmente en las ciudades?
Las normas, las leyes, muchas veces no están respaldadas por el entendimiento social, es más, muchísmimas veces los ciudadanos ni las conocemos; y eso no es culpa de quien hace las leyes unicamente, si no de nosotros que no nos interesamos por conocerlas.
A quien decide sobre la ciudad y a quien enseña la manera de construirla, en México, se le inclulca a seguir la normativa antes que nada. A seguirla, pero no a cuestionarla. Se sigue como mandato divino, se sigue y se acepta como un diluvio, como un mal padre, como la crisis; pero rara vez se le cuestiona y se analiza su trasfondo.
¿Y si alguna vez pensáramos que antes de la normativa están las historias? que antes de la normativa estan los deseos del ciudadano de a pie, y sus miedos. Que antes de la normativa existen mil y un maneras de mirar este mundo; que no lo miramos igual hombres y mujeres, niños y adultos...
Lo que digo no es nuevo, ya lo han dicho muchos otros buscando la utopía... pero no está de más seguir insistiendo. Hagamos un experimento y aunque sea por un momento, mandemos los sueños por delante....
Me contestarán tal vez que precisamente la Ley es eso: señalar un modelo de comportamiento para la buena convivencia y el bien común.... Pero ¿se entiende eso del bien común?
Y además, ¿qué hacemos con las historias?, qué hacemos con las imaginaciones mientras caminamos por las calles, qué hacemos si se nos ocurre alguna forma no aplicada aún de vivir la ciudad o de transformarla... casi siempre la respuesta es: No se puede.
Casi siempre la respuesta es que estas preguntas que planteo, orillan a un desorden, a que cada quien piense, haga, se comporte, pasee y viva la ciudad como quiera... ¿y no es eso lo que pasa actualmente en las ciudades?
Las normas, las leyes, muchas veces no están respaldadas por el entendimiento social, es más, muchísmimas veces los ciudadanos ni las conocemos; y eso no es culpa de quien hace las leyes unicamente, si no de nosotros que no nos interesamos por conocerlas.
A quien decide sobre la ciudad y a quien enseña la manera de construirla, en México, se le inclulca a seguir la normativa antes que nada. A seguirla, pero no a cuestionarla. Se sigue como mandato divino, se sigue y se acepta como un diluvio, como un mal padre, como la crisis; pero rara vez se le cuestiona y se analiza su trasfondo.
¿Y si alguna vez pensáramos que antes de la normativa están las historias? que antes de la normativa estan los deseos del ciudadano de a pie, y sus miedos. Que antes de la normativa existen mil y un maneras de mirar este mundo; que no lo miramos igual hombres y mujeres, niños y adultos...
Lo que digo no es nuevo, ya lo han dicho muchos otros buscando la utopía... pero no está de más seguir insistiendo. Hagamos un experimento y aunque sea por un momento, mandemos los sueños por delante....
Me gusta la idea, pero yo tengo una pregunta: ¿acaso las normativas no son convencionales? esto es: surgen por el común acuerdo (o el acuerdo impuesto por otros) y por ello no tienen más trasfondo que la necesidad que hubo de hacer normas.
ResponderEliminarNo sí, quizás me equivoco (pensando, como bien dices, en los utopistas y en los primeros trazados de las ciudades americanas).
Pero no puedo dejar de pensar, cuando hablas de "mandar los sueños por delante" en que necesitamos la normativa del idioma para poder hacer con él poemas.
(aunque claro, siempre se me podrá contestar que el mismo idioma se acomoda a las necesidades de los poetas: por eso no hablamos aún latín)
Muchos besos Fantasma:
La esponjita divagante
Fantasma:
ResponderEliminarLa aspiración del derecho es dar una solución a los conflictos que se den entre los ciudadanos, pero no es más que eso: una aspiración. Lo cierto es que las normas van corriendo atras de la vida y la gran mayoría de las veces se niega a reconocerla. Y para muestra un botón: el trato jurídico que se le ha dado a las personas con orientaciones sexuales distintas a la supuesta "normalidad". No se han reconocido los derechos de la comunidad LGTB (porque sólo se trata de reconocer no de dar), en la Ciudad de México apenas se está avanzando con las sociedades de convivencia (les falta, pero es un avance) y con el reconocimiento del cambio de nombre y sexo de las personas trans.
Es neta lo que dices respecto a que como ciudadanos desconocemos nuestros derechos más esenciales, por ejemplo: Qué hacer cuando te para un poli? Cuales son nuestros derechos políticos?
Necesitamos crecer como ciudadanos, darle espacio a la imaginación para crear otras maneras de participar, nuestro sistema político es una basura, pero debemos ponernos a crear cuanta utopía se nos ocurra y echar pa´lante para hacerlas funcionar, nadie va a venir a rescatarnos.
Un abrazo.
Ah! Hemos puesto el link desde nuestro blog al tuyo. Ahí nos estamos leyendo!